Todo lo que sube, baja. Todo lo que comienza, termina y por mucho que me pese me ha tocado. Tenía una rendija por la que empezó a entrar un montón de luz, me acerqué y no os podeis imaginar el paraíso que desde allí se vislumbraba. Era una llanura con muchos pastos y a partir de ese momento todos los días amanecían soleados. Los días empezaron a ser más largos que las noches y saboreaba cada minuto de cada hora, hasta tal punto que me acostaba pensando que era de día y me levantaba de la misma forma. Pasan los días y notas que se acentúan las ganas de vivir, de conocer, de profundizar, de compartir, de dar... hasta que por arte de magia, viene un viento huracanado y arrastra todo. No queda en pie ni un solo momento, ni una mirada, ni un beso, nada!! Se va todo a la mierda, ahora tengo mucho frío y me vuelvo a meter dentro con la esperanza de ver esa luz, que me vuelva a cegar o que me ilumine tan solo. Me quedo un poco más tranquilo pensando que si me quedo a oscuras, con estirarme y ponerme de puntillas, podré asomarme y volver a mirar por aquella rendija. Que no se apague nunca!!
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